Vicerrector de Investigación, Universidad Católica de Cuenca (Ecuador)
JMCaste & Pedro Martínez. |
Como quien no quiere la cosa ya han pasado ocho años. Hoy anochecí con la noticia de tu no regreso de Islas Canarias. La primera vez que supe de ti estabas en el café improvisado de la UNAE, una construcción rústica donde nos agolpábamos tantos de tantas sensibilidades y nacionalidades.
Fumando, cómo no, Jose Manuel siempre estás fumando, como
esos viejos rockeros de los '80, con esa misma pose incólume mezcla de
seguridad, sabiduría, timidez y la planta impertérrita de los semidioses de la
literatura negra, un Truman Capote canario. Has sido rebelde hasta hacer de sus
pulmones una mina de carbón y por tanto una fuente de vida y energía
inagotables, rebelde hasta para decir “adios”. Joder, ¡Cuánto te admiro!
No pensé en aquel momento que esta amistad sería para
siempre. Muchos han sido los momentos vividos en tu compañía “Juan Manuel
Castellanos” como me gusta llamarte, molestándote por la confusión que con tu
nombre se produce en cada acto, cada evento en que se requiere de tu presencia.
Tu cultura, tu vocación por compartir, por regalar tus
conocimientos, desde Machala hasta cada rincón de Latinoamérica. Tus alumnos,
Jose, tú eres tus alumnos. Tu esencia en cada instante difícil de mi vida ha
sido una luz, una guía, esas enseñanzas que a veces he personalizado en mis
gustos musicales, al escuchar a otros poetas urbanos como Manolo García, Manu
Chao y cómo no Pedro Guerra, otro canario universal, cuya canción da título a
este post.
De cada encuentro con vos surgía una de mis más sentidas
creaciones. Recuerdo el encuentro con Karpava, en la casa de Javier Loyola y
después vino el libro de “Una ciudadana del mundo” donde ambos dejamos nuestro
granito de arena, no sin que la UNESCO quedara maravillada. Qué decir de mi
poesía dedicada a Cuenca, “Donde caben mis ojos” ganadora en un concurso
propuesto por ti. Te cuento en confidencia que se hizo vídeo que se subió a
youtube, pero el creador estimó conveniente dejar el vídeo en privado y ahora
no lo visualiza nadie.
Son esos tropezones los que nos hacían reír en el café del
Museo. Hoy nuestros dos volúmenes de "Una historia de las ciencias de la
conducta" que se inició con mis amados colegas Alejandro, Nico y Oscar, es
una realidad de decenas de miles de visitas, gracias a tu mano editorial
absolutamente magistral.
Tantas cosas más que me dejo en el tintero, unas por la
emoción de despedirte, al menos por un tiempo y otras por preservar la
intimidad entre amigos, ácratas e insolventes para una sociedad de consumo que
se encamina a la deriva existencial. Gracias por el patrimonio intelectual que
dejas en Ecuador y gracias por tu huella eterna en tus alumnos, que siempre
conservarán tu sello.
Sin duda es impagable cada experiencia compartida amigo mío, me entristece ver la pobreza con la que muchos te despiden y me encorajina el “cuajo”, la indecencia moral, la pasividad, la falta de sangre de quienes te dejan ir sin un sonrojo, sin un mea culpa, sin vergüenza al fin y al cabo. Ecuador no solo pierde un intelectual de pies a cabeza, pierde un ser humano excepcional de los que encabezan la lista de especies en extinción. Algo se muere en mi alma con estas parcas letras.
Excelente mi querido Pedro. Fiel a la realidad de lo que ha sido José Manuel en nuestras vidas.
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